domingo, 29 de mayo de 2016

KAIMNARG

Si se hundía el barco
se ahogaba con él,
si ardía la casa
se tumbaba dentro esperando,
si llovía de noche
caminaba despacio levantando el mentón
los ojos cerrados, la lengua fuera,
las palmas abiertas como en el qunút.
Le negaron el cuerpo
verbo del único acontecimiento,
a él, espíritu epifánico,
hijo de la geometría sagrada,
nacido, como todos,
en un ritual sangriento.
Ni crimen
ni fallo
ni error,
un humano envenenado -como todos-
que probó la alquimia y transmutó en ocaso,
en un triste adormecer.