domingo, 14 de abril de 2013

Preferiría no haber sido

Doble retrato (1985-1986), de Lucian Freud.


Lloro
claro que lloro, y más cuando bebo
tumbada en la cama con los pechos brillantes
por el sudor
el alcohol
el tabaco que sólo fumo cuando salgo
lamentándome por no ser huérfana
una niña abandonada sin padres a los que no defraudar
nadie me echaría de menos
ni sentiría el remordimiento de dejar tanto sufrimiento.

O abortada
podrían haberme abortado y directamente no ser
no existir, haberme ahorrado
todo este tiempo especulativo
de creer en tener que hacer cosas porque
así
es
la
vida
tan ridícula y patética
cumplir funciones sociales, aceptar roles
realizar estúpidos procesos laborales
como ser publicista y cuantificar mi éxito en el número
de nuevos demandantes de un producto irrelevante
o dedicarme al arte realizando boberías
con el único objetivo de intercambiarlas por otros bienes
(y alimentar el ego)
ser contable, ingeniera, profesora
dedicarme a viajar y confirmar mis prejuicios
poco importa
al final
nada
tiene
sentido.

¿Procrear, perpetuar la especie, aportar algo al progreso?

Progreso sería volver a las cavernas y vivir de las hierbas
luchar, cazar
plantar y recolectar
matarnos con palos y piedras en vez de con drones y bombas
y aun así
para qué
todo seguiría siendo igual de absurdo.

Lloro por cobarde
por la gente que me quiere:
los que están obligados a hacerlo
y los que lo hicieron más tarde
por coincidencia o afinidad
qué más da.

Lloro por no ser capaz
y cada día es una derrota, una oportunidad fallida
para irme y no mirar atrás
sin dejar una nota.

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