sábado, 1 de septiembre de 2012

El éxito de los kits y packs de suicidio rápido e indoloro


 El suicidio es ya la primera causa de muerte violenta en España. Empresarios que se pegan un tiro, parados que se arrojan a las vías del tren, jóvenes que se lanzan desde un sexto piso o amas de casa que se atiborran a pastillas. 

Cuando saqué a la venta Au Revoir "Pack definitivo para el suicidio" y el Kit Especial Suicidio Low Cost Anticrisis sabía que iban a tener muy buena acogida. Las visitas al blog se han incrementado considerablemente gracias a las búsquedas en google de formas rápidas e indoloras de suicidarse. He recibido muchos correos amenazantes, sí, pero sobretodo peticiones de presupuesto o directamente encargos sin importar el precio. "Mándamelo ya", "por correo urgente", "pago lo que sea". Después de una supuesta legalización de la marihuana y la prostitución, no se me ocurre otra fórmula de negocio más lucrativo y efectivo para incrementar las arcas del estado vía impuestos, además de ser una industria eminentemente productiva con un target cada vez más amplio. 

Podría haberlos vendido. Sé donde comprar los materiales y sé como fabricarlos. Hasta el momento antes de publicar y difundir la venta del kit y del pack pensaba que no tendría ningún problema para ayudar a alguien a suicidarse en caso de querer hacerlo. Cada cual puede hacer lo que quiera, pueda o le dejen hacer con su vida. Si lo que quiere es terminar con todo, mejor que sea de la forma más limpia, fácil e indolora posible -a menos que desee sufrir o montar un buen circo. El suicidio es algo que siempre ha estado muy presente en mi vida, he conocido mucha gente que ha tratado de quitarse la vida de verdad y no lo ha logrado -los más- y otros que sí lo consiguieron. 

Personalmente siempre he considerado el suicidio una buena opción para cuando mi vida no valga la pena. Una salida digna, una posibilidad que me mantiene bastante vivo. Saber que en el caso de que todo se joda puedo quitarme de en medio sin más da mucha tranquilidad y a la vez me permite arriesgarme un poco más. Porque si la cosa se tuerce, si tomo una mala decisión que me condicione negativamente el resto de mi vida, no tendré la carga de tener que soportar el peso del error. Simplemente adiós y buena suerte. 

Vuelvo. Pensaba que no tendría ningún problema en ayudar a otra gente a suicidarse. No era mi intención distribuir ningún pack del suicidio, lo tenía bastante claro, pero pensaba que si quisiese no tendría ningún problema. Me equivocaba. Leer todos esos emails me ha puesto en mi sitio, me ha definido unos márgenes y unos límites -que me niego a llamar morales- que pensaba que no existían. Cada vez que leía uno de esos emails me preguntaba: "¿Soy un egoista? ¿Soy incapaz de echar un cable al que me está pidiendo ayuda para algo tan importante?" Pues será.  O tal vez soy un cobarde, aun no lo tengo muy claro. Una cosa es darle un cocktel letal a un amigo que está postrado en una cama de por vida, a petición suya claro, y otra muy distinta es mandar un paquetito contrareembolso a alguien que no conoces de nada.

Me gustaría ser como Sharlotte Hydorn, una mujer de 92 años de California que vendía kits del suicidio para ayudar a la gente. Tras ver como sufrió su marido por un cáncer de colon y ser incapaz de matarle como él le pedía, se dedicó a vender más de mil unidades de suicidio por correo. Fue arrestada por las autoridades estadounidenses, como no podía ser de otra manera en aquel país. Pero yo, ahora lo sé, no puedo ser como ella. Me falta su grandeza.

La mayoría de emails pidiéndome un kit del suicidio eran muy escuetos, una simple pregunta sobre el precio y la disponibilidad o directamente con los datos postales del receptor para enviar por correo contrareembolso. Si bien este experimiento no ha pretendido ser un estudio sociológico, como tampoco un negocio, lo cierto es que se pueden sacar algunas conclusiones. La primera, obviamente, es que hay mucha gente que quiere suicidarse. La segunda, que interesará a algún que otro empresario, es que es negociocon muy buen margen de beneficios y una demanda creciente. La tercera es que la mayoría, la gran mayoría de suicidas, no necesitaban hablar de su problema, no buscaban indirectamente un teléfono de la esperanza o algo parecido. No, por lo que he podido deducir la mayoría quería comprarlo con el menor número de preguntas y complicaciones y recibirlo cuanto antes, sin tonterías.

El único tipo de cliente-suicida que sí que contaba sus problemas y motivaciones eran los que lo hacían por amor. Una gran parte de ellos lo hacían por alguien y para alguien. Es decir, que pretendía con su suicidio que otra persona reaccionase, causar impacto. Precisamente este grupo de personas eran los que, en realidad, no tenían intenciones reales de suicidio, sino que efectivamente necesitaban el maldito teléfono de la esperanza. O mejor dicho: un buen amigo. Pero ese tipo de contacto ha sido minoritario entre todos los emails que he recibido; una muestra marginal.

Otro dato curioso, y que me perdonen los que me hayan enviado un email (si es que siguen vivos), es que una gran parte de ellos tenía una vida cibersocial bastante pobre. Creo que debo ser sincero y decirlo claro: busqué compulsiva y obsesivamente los datos, nombres e emails en internet de los que estaban bastante seguros de querer suicidarse. Sé que es reprochable, pero a lo hecho pecho. De los que contaban motivos amorosos y que no pretendían realmente suicidarse no. Pero de los que sí, sí. Crucé datos en diversas redes sociales, en buscadores de internet; seguí su pista en foros de todo tipo, listas de correo, cualquier actividad que tuviesen en internet. Y nuevamente tengo que hablar de mayorías para indicar que muchos de ellos apenas tenían amigos en Facebook o en Twitter pese a tener bastante actividad.

Como última curiosidad que pueda contar -pues me reservo otros datos y cuestiones- es que más de una decena de los que estaban seguros de suicidarse habían dejado mensajes en foros quejándose de algo concreto (un problema legal y/o familiar en distintos foros temáticos tanto de dudas legales como pseudoconsultorios psicológicos) semanas y días antes de enviarme los correos a mi. Es decir, que la gente antes de querer suicidarse y tenerlo claro necesita expresarse, comunicarse y explicarse.

Para finalizar y dar carpetazo a esto sólo quiero hacer un último comentario a los que se dedicaron a insultar y amenazarme por email: la vida de cada cual le pertenece a uno mismo, por mucho que tenga padres, hijos o hipotecas por pagar. No sirve de nada tratar de imponer una visión personal sobre la responsabilidad (por ejemplo para el suicida que deja tirados y solos a sus hijos) o sobre cualquier tipo de religiosidad ("el suicidio es pecado"), es una pérdida de tiempo sermonear o evangelizar sobre este asunto. Si uno se quiere matar, si está realmente convencido, que lo haga. Y si alguien quiere salvarle a él o a su alma, si alguien quiere tomar partido sobre la vida de alguien que no conoce, que se lo piense dos veces. Porque creo que no hay nada peor que vivir sin querer hacerlo, y que esa responsabilidad para con los demás de seguir viviendo y tirando del carro queriendo estar muerto es contraproducente ya que dudo mucho que alguien que odia su vida vaya a tratar bien a sus prójimos, más bien al contrario.