lunes, 20 de agosto de 2012

El Libro de la Crueldad, de Layla Martínez


Un gatito de Bengala en un bidé Roca sucio con tuberías oxidadas. El Libro de la Crueldad de Layla Martínez. Un gatito de Bengala que cojea desde hace tres días por tirarse desde un segundo piso por cuarta o quinta vez. Le llaman el gatito suicida; se equivocan. Sólo la temeridad -y no la valentía- nos permite conocer de qué pasta estamos hechos. Como cuando vas a recibir tu primer puñetazo y crees, durante esas centésimas de segundo que hay entre su puño y tu cara, que estás hecho de cristal y que te romperás en mil pedazos. Y al caer al suelo con la nariz reventada y sangrando como un cerdo te das cuenta  de que eres fuerte, que lo único que duele de verdad es no haberle golpeado tú antes.

El Libro de la Crueldad. Siempre que me dicen que la naturaleza es sabia pienso lo mismo: "si fuese tan sabia no habría dotado de inteligencia a una especie tan cruel, aburrida y fea como la nuestra". Ayer me contestaron algo sobre lo que ya había pensado hace tiempo pero que, como muchas cosas, había olvidado: somos crueles porque somos inteligentes. Cuando alguien llama "animal" a otro por un comportamiento cruel no le falta razón, es un comportamiento propio de animales humanos. El resto de los animales atacan para comer o para defenderse, rara vez son agresivos sin razón. Ni siquiera las hormigas argentinas, imperiales y expansivas, son capaces de crear tanto daño, muerte y dolor por tan poco (territorio, dinero, entretenimiento, orgullo, etc.). La crueldad es todo lo contrario al instinto animal, no obedece a ninguna necesidad de supervivencia. En el mundo animal la crueldad es una anomalía. En nuestro mundo -el de los humanos- es una constante y, en muchos casos, un instrumento cultural, político y civilizatorio.
"Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía - ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano - demasiado humano, que, por lo demás, acaso suscribirían ya los monos; pues se cuenta que, en la invención de extrañas crueldades, anuncian ya en gran medida al hombre y, por así decirlo, lo "preludian". Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre - !y también en la pena hay muchos elementos festivos!"
Friedrich Nietzsche en La genealogía de la Moral.

Leo mucho, demasiado, de forma enfermiza. No es una cuestión eminentemente intelectual, yo no lo soy. Leo lo que sea, es una necesidad. Leo libros, leo artículos, leo las etiquetas del champú, del gel, de la leche, del café; cualquier cosa. El Libro de la Crueldad me lo leí del tirón: poesía, prosa, síndrome de Down, sectas y suicidios. 56 páginas prologadas por Juan Andrés García Román. Quién me conoce sabe que si algo no me gusta me levanto y me voy, sea quién sea el que esté delante. Es algo que me ha costado mucho aprender a hacer. Por eso sé que cuando digo y escribo que este libro me ha entusiasmado nadie puede decir que exagero o que no soy sincero, pese a que en esto de las letras se estile el amiguismo ciego o la camarilla felatoria. 

Hay mucha humanidad en esta obra. Sí, humanidad, porque sólo los humanos somos capaces de ser tan inhumanos. Por eso merece la pena leerla. Por eso y por la página 17.